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Oswaldo Betancort y Manuel Miranda sellan el convenio de las desaladoras que mitigarán la crisis hídrica de Lanzarote y La Graciosa

El presidente del Cabildo de Lanzarote, Oswaldo Betancort, y el consejero de Política Territorial, Cohesión Territorial y Aguas del Gobierno de Canarias, Manuel Miranda, suscribieron este jueves el convenio para la cesión de dos plantas desaladoras portátiles que permitirán paliar en gran medida la crisis de abastecimiento de agua que sufre la isla de Lanzarote. 

La maquinaria desembarcó el pasado lunes en la Isla procedente de  La Palma, donde fueron instaladas de forma provisional para responder a las carencias de abastecimiento causadas por la erupción del volcán de Cumbre Vieja, y serán instaladas y preparadas para su funcionamiento en el Centro de Desalación Díaz Rijo de Arrecife. 

El préstamo de las plantas desaladoras es la respuesta de emergencia que el Gobierno de Canarias ha dado de forma inmediata a la crisis que vive Lanzarote, causada entre otros motivos por los desperfectos que sufre la red de canalización insular -en la que se pierde casi el 60% del suministro-, y por la rotura de un bastidor en una de las potabilizadoras que dotaba de agua potable a un sector importante de la población conejera hasta el pasado mes de julio.

El presidente de la corporación insular, Oswaldo Betancort, agradeció la celeridad con la que el Gobierno canario ha actuado y señaló que “es de vital importancia la comunicación y colaboración administrativa para solucionar la crisis hídrica que se está viviendo en la Isla”. 

Según explicó el consejero, “las desalinizadoras son capaces de convertir cada día 5.000 metros cúbicos de agua de mar, lo que equivale a cinco millones de litros que pueden incorporarse a la red de abastecimiento insular para uso de la población, y reducir así las restricciones que este verano ha sufrido tanto Lanzarote como La Graciosa”.

En esta tesitura, tanto Miranda como Betancort coincidieron en que el préstamo de las desaladoras es una solución a corto plazo, que tendrá que resolverse con la cooperación y el impulso de ambas instituciones, contando así con el Consejo Insular de Aguas de Lanzarote y el Consorcio del Agua de Lanzarote. Para ello es necesario “recoger soluciones definitivas a medio y largo plazo respecto al déficit de infraestructuras de producción, almacenamiento y distribución del agua en la isla”, manifestó Miranda.

Miranda reiteró -tal y como ha asegurado el presidente Fernando Clavijo en diversas ocasiones- que para la Dirección General de Aguas y para este gobierno, la producción, almacenamiento y distribución de agua en Canarias es un asunto prioritario que requiere una nueva estrategia para hacer frente a las carencias y diferentes desafíos que se están planteando en las Islas, “porque no es aceptable que en pleno siglo XXI la población siga soportando restricciones y cortes en el suministro público de agua”.

A juicio del consejero de Aguas del Cabildo, Domingo Cejas, “se da un paso importante para ir mejorando la producción de agua, pero debemos trabajar paralelamente en la reparación de las tuberías de las casi 40 calles de la Isla que presenta el mayor porcentaje de pérdidas”.

Es por ello que el Cabildo de Lanzarote tiene previsto destinar más de 90 millones de euros para desarrollar el Plan de Actuaciones del Agua 2023-2027, presentado a principios del mes de agosto y que contempla la renovación de las infraestructuras hidráulicas de Lanzarote y La Graciosa.

EDAM´S portátiles de emergencia

Las dos desaladoras que llegaron el pasado lunes a Lanzarote provenientes de La Palma y que suministran hasta 2.500m3 de agua al día -cada una- emplean un sistema de ósmosis inversa, que consiste en pasar agua de mar por una membrana semipermeable, sometiéndola a decenas de bares de presión para que, al atravesar la membrana se consiga atrapar las impurezas, moléculas y partículas grandes. Es así como se eliminan las bacterias, la posible arena que arrastre el mar o las pequeñas partículas de plástico.

Posteriormente, se adicionan productos químicos para ajustar el PH y el cloro para llevar a cabo la desinfección y, por último, producto anti-incrustante, que evita que las sales disueltas se establezcan en la superficie de las tuberías.

Por último, el agua se presuriza hasta los casi 70 bares, pasando de nuevo a través de la membrana de ósmosis inversa, provocando la separación de la sal y el agua. Por un lado, se encuentra el agua con baja concentración de sal, que es la que se distribuye para consumo humano y de regadío, y por otro, una especie de salmuera que suele ser devuelta al mar.

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