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Teleclubs: historia, comunidad y cocina popular en Canarias

Hablar de teleclubs en Canarias es evocar una forma de vida que resiste al paso del tiempo. Más allá de su función inicial como centros culturales promovidos durante el franquismo para alfabetizar y entretener a la población rural, los teleclubs se convirtieron en auténticos núcleos de convivencia, especialmente en islas como Lanzarote. Hoy, estos espacios siguen teniendo un profundo arraigo local, reconvertidos en bares, cafeterías o centros sociales donde se mezcla la gastronomía popular con la memoria colectiva.

El término “teleclub” comenzó a usarse en los años 60, cuando el Ministerio de Información y Turismo impulsó una red de centros audiovisuales para acercar la televisión, recién llegada, a los pueblos que carecían de servicios básicos. Las proyecciones de cine, los documentales educativos y los programas televisivos se emitían en pantallas comunitarias, y en torno a ellas fue floreciendo algo más grande: la vida social del barrio.

En Lanzarote, los teleclubs se adaptaron rápidamente al carácter comunitario de la isla. Cada pueblo tenía el suyo, gestionado muchas veces por los propios vecinos, donde no solo se veía la televisión, sino que se organizaban bailes, bingos, partidas de cartas y celebraciones de todo tipo. Con el paso del tiempo, perdieron su función original, pero no su esencia. Muchos teleclubs se transformaron en espacios gastronómicos donde lo importante no es solo lo que se come, sino con quién se comparte.

Más allá de su valor gastronómico, los teleclubs representan una forma de entender la vida en comunidad. Son testigos del cambio social en las islas, pero también espacios de resistencia donde aún se conservan los ritmos, costumbres y sabores de antes. Su permanencia, en muchos casos, depende del compromiso vecinal y del valor que se les otorga como parte del patrimonio cultural inmaterial.

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